

En la cocina, los huevos parecen un ingrediente universal, humilde y omnipresente. Pero detrás de esa cáscara, blanca, marrón o incluso azulada, se esconde un pequeño universo biológico que revela mucho sobre las gallinas ponedoras, su alimentación y su bienestar.
El color del huevo: una cuestión de genética, no de calidad
Una de las preguntas más comunes entre los consumidores es si los huevos marrones son “mejores” o “más naturales” que los blancos.
La respuesta es simple: el color depende exclusivamente de la raza de la gallina, no de la calidad ni del valor nutricional del huevo.
Las gallinas de plumaje blanco y lóbulos auriculares blancos suelen poner huevos blancos (como la raza Leghorn), mientras que las gallinas de plumaje marrón con lóbulos rojos ponen huevos marrones (como las Rhode Island Red o Plymouth Rock).
Algunas razas, como la Araucana o la Ameraucana, sorprenden con huevos de tonos azul verdoso, un fenómeno causado por un pigmento natural llamado oocianina.
Lo importante no es el color de la cáscara, sino el interior: el estado del huevo, la alimentación de la gallina y las condiciones en las que vive.
Alimentación y bienestar: claves del sabor y el color de la yema
Aunque la cáscara no cambia el sabor, la yema sí puede variar notablemente dependiendo de la dieta de la gallina.
Una gallina alimentada con maíz, alfalfa, zanahoria o pimientos rojos producirá yemas más anaranjadas, ricas en carotenoides y antioxidantes naturales.
En cambio, una dieta basada en piensos industriales suele dar lugar a yemas más pálidas.
La crianza al aire libre también influye. Las gallinas camperas o ecológicas, que picotean hierba e insectos, no solo producen huevos con un sabor más complejo y natural, sino que aportan mayor contenido de ácidos grasos omega-3 y vitaminas A y E.
En resumen, el color de la yema refleja la calidad de la alimentación y el entorno saludable, no la raza del ave.
El huevo perfecto: más allá de la estética
En el supermercado, los consumidores suelen elegir por el color, pero los expertos coinciden: un buen huevo es aquel que procede de gallinas felices.
Más allá del sistema de numeración impreso en la cáscara, que indica el tipo de cría, desde ecológica (0) hasta en jaula (3), crece la tendencia hacia los huevos de proximidad, de granjas pequeñas y productores locales.
Los cocineros lo saben bien. En muchos restaurantes de alta cocina, los huevos proceden de gallinas criadas en libertad, alimentadas con fórmulas específicas, buscando yemas más densas y sabrosas para sus elaboraciones.
Curiosidades gourmet
- Los huevos azules o verdes no tienen colesterol diferente: solo varía el pigmento de la cáscara.
- Cuanto más fresca la yema, más alta se mantiene al romper el huevo.
- Las gallinas necesitan 24-26 horas para producir un huevo completo.
- España es uno de los principales productores de huevos de la Unión Europea, con más de 44 millones de gallinas ponedoras.
Más allá del color, el huevo simboliza la pureza y la perfección de lo simple.
Un alimento que conecta el campo con la cocina, la biología con la cultura, y que nos recuerda que la verdadera diferencia no está en la cáscara, sino en el cuidado con que se cría a quien lo pone.
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