
Aunque comemos más sushi, ceviche, salmón o atún rojo que nunca, el consumo total de pescado en España no deja de desplomarse. Según los datos oficiales del Ministerio de Agricultura, cada español consumía 26,4 kg anuales de pescado en 2014. En 2024, esa cifra ha caído a 18 kg por persona, lo que representa una caída del 32% en solo una década.
Este descenso sostenido ha provocado el cierre de más de 5.000 pescaderías en el país, casi un tercio de las que existían en 2007.
¿Por qué comemos menos pescado?
Para María Luisa Álvarez, directora general de Fedepesca, los motivos son múltiples y reflejan los cambios sociales del siglo XXI:
“La gente tiene menos tiempo para cocinar y muchas veces no sabe cómo elegir pescado. Algunos incluso lo perciben como caro, cuando no siempre es así”.
También señala que el consumo extradoméstico no alcanza a compensar la caída en los hogares. En 2023, el pescado que comemos en bares y restaurantes apenas suma 6 kg al año por persona.
Comer siempre lo mismo (y pagar más)
Otro problema es la falta de variedad. Según un estudio de la Generalitat de Catalunya (2022), se pescan más de 200 especies distintas cada año, pero el consumidor medio solo reconoce y compra unas pocas: merluza, salmón, bacalao, dorada, boquerón y lubina. Estas seis especies representan el 61% del pescado consumido.
El precio es otro factor clave, aunque, según Álvarez, más percepción que realidad:
“Hay pescado por menos de 5 euros el kilo, si uno se adapta a la temporada. Pero falta comunicación y campañas para transmitirlo”.
La acuicultura como alternativa accesible
En paralelo al declive de las pescaderías tradicionales, la acuicultura ha crecido de forma sostenida. Ángel Máñez, presidente del Gremio de Mayoristas del Mercado Central del Pescado de Mercabarna, lo explica así:
“La acuicultura ha permitido garantizar precios estables en especies como dorada o lubina. Aunque el pescado salvaje sigue teniendo su lugar, el de piscifactoría es cada vez más competitivo y de calidad”.
Al poder programar su producción, la acuicultura responde mejor a la demanda actual y reduce la volatilidad de precios.
El reto: recuperar el vínculo cultural con el pescado
El descenso del consumo no solo tiene consecuencias económicas, sino también culturales y nutricionales. España es una nación con tradición marinera y una rica dieta basada en el pescado. Perder ese vínculo sería empobrecedor para nuestra cultura gastronómica.
Apostar por el pescado es también apostar por nuestra salud, por la sostenibilidad y por las economías locales.