Sydney prohíbe el gas en cocinas mientras Australia sigue exportando gas al mundo

Sydney prohíbe el gas en cocinas mientras Australia sigue exportando gas al mundo
Sydney anuncia el fin del gas en hogares y restaurantes mientras Australia sigue exportando energía. Cocineros y expertos cuestionan si el país está preparado para electrificarlo todo.
prohibido el gas en sydney
El gas se apaga en las cocinas de Sidney
Redaccion Excelencias Gourmet
Martes, Octubre 28, 2025 - 10:43

En los últimos días la alcaldesa de Sydney, Clover Moore, ha anunciado que prohibirá las nuevas conexiones de gas en hogares y edificios comerciales, asegurando que esta medida reducirá la contaminación y las facturas de los hogares. La decisión busca alinear a la ciudad con sus objetivos de sostenibilidad, pero ha encendido un debate que va más allá del medio ambiente. Porque mientras Australia sigue exportando miles de millones en gas natural licuado cada año, dentro de sus fronteras se prepara para apagar su propia llama.

La paradoja no está solo en la energía, sino en la cultura que rodea al fuego. ¿Puede una nación que vive de su gas decidir que cocinar con él es un acto antiecológico? ¿Y está realmente preparada para electrificarlo todo sin arriesgar su estabilidad energética?

Cocinar sin fuego en el país que lo vende

A partir de 2026, las nuevas viviendas de la Ciudad de Sydney deberán ser “todo eléctricas”, y un año después lo mismo ocurrirá con hoteles, oficinas y restaurantes. Moore ha defendido públicamente que “el gas es malo para el planeta, para las finanzas y para la salud”, y que la electricidad es el camino más limpio y lógico.

Pero el cambio tiene un matiz que incomoda: Australia es uno de los mayores exportadores de gas del mundo, y mientras vende su energía al extranjero, sus propios ciudadanos se preparan para depender de una red eléctrica que ya muestra signos de tensión. En abril de 2025, España vivió un apagón que dejó a millones de personas sin suministro durante horas debido a una sobrecarga de demanda eléctrica. En un país con olas de calor extremas, como Australia, ¿podría ocurrir algo similar si toda la población y la hostelería migran a la electricidad sin un plan sólido de respaldo?

Ingenieros y asociaciones energéticas han advertido que las infraestructuras actuales podrían no soportar la demanda total en momentos de picos de consumo, especialmente si el crecimiento de renovables no avanza al mismo ritmo.

Y más allá de los datos técnicos, la medida toca una fibra emocional: el fuego, el calor visible, la llama que acompaña la cocina desde el origen del tiempo. Quitar el gas no es solo un cambio de energía, es una transformación del alma culinaria.

Voces encendidas entre la llama y la inducción

El debate divide al mundo gastronómico. Algunos chefs defienden las ventajas de la inducción —más limpia, más rápida y más segura—, pero otros ven en la llama una extensión de su instinto.

“Un wok sin fuego no es un wok.” — David Chang

“El fuego tiene alma, y la electricidad aún no la tiene.” — Massimo Bottura

“El fuego es ritmo, emoción y precisión.” — Neil Perry

En los restaurantes, la llama visible no es solo funcional, es estética y emocional. Es parte del espectáculo, de la historia que se cuenta detrás de un plato. La hostelería australiana advierte que cambiar la infraestructura puede suponer un sobrecoste alto y, sobre todo, una pérdida de identidad. Mientras el gobierno local habla de ahorro energético, muchos cocineros sienten que se les apaga la libertad.

Cuando el fuego se apaga, la cocina pierde voz

La intención de Sydney puede ser noble: reducir emisiones y proteger la salud. Pero también es legítimo preguntarse si el país está realmente preparado para electrificarlo todo sin comprometer su equilibrio energético, o si se trata de una medida simbólica que, al final, pagan los ciudadanos y los cocineros.

Porque cocinar con gas no es solo eficiencia: es tradición, cultura, herencia. Es el sonido, el calor y el control instintivo que conecta al ser humano con el fuego. Cuando una ciudad apaga esa llama, también corre el riesgo de enfriar su alma.

Quizás el desafío no sea elegir entre sostenibilidad o fuego, sino aprender a mantener una llama limpia, segura y justa. Porque si Australia puede vender gas al mundo, también debería ser capaz de garantizar que su propio pueblo pueda cocinar, literalmente, sin miedo a quedarse a oscuras.