
El pequeño pueblo de Fère-en-Tardenois, en Aisne, al norte de Francia, ha tomado una decisión histórica: prohibir la apertura de nuevos locales de comida rápida en el municipio. Con apenas 2.900 habitantes, el alcalde Jean Paul Roseleux considera que la expansión de este tipo de establecimientos amenaza la gastronomía local.
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Gastronomía local frente a globalización
Con el objetivo es apoyar a los productores y cocinas de la región, Roseleux busca mantener viva la tradición culinaria basada en productos locales. La iniciativa ha contado con el respaldo mayoritario de los vecinos.
Fère-en-Tardenois es un pueblo con gran herencia cultural cuya identidad, incluso en lo gastronómico, se ve amenazada por la globalización. La medida busca proteger el patrimonio cultural y culinario de la localidad, entendido como un valor material e inmaterial.
El debate sobre la comida rápida y la salud… y legalidad
La decisión del municipio reactiva el debate sobre la comida rápida como estándar de alimentación poco saludable. Este tipo de cadenas, según los detractores, no solo promueven una mala dieta, sino que también contribuyen a homogeneizar las identidades culinarias locales.
En contrapartida, quienes defienden la fast food destacan su accesibilidad y conveniencia, lo que explica su éxito en todo el mundo.
La propuesta se encuentra actualmente bajo estudio legal. Mientras tanto, crece el apoyo de quienes defienden una alimentación saludable y combaten la influencia de la comida rápida en la dieta de las comunidades.
¿Un modelo que podría ampliarse a otras regiones?
El caso de Fère-en-Tardenois podría convertirse en un ejemplo para otros pueblos de Europa y más allá, que buscan proteger sus tradiciones gastronómicas frente al avance de cadenas internacionales.
La medida plantea una reflexión más amplia sobre si deberían las comunidades, especialmente las de los medios rurales o pueblos más pequeños, frenar la expansión de la comida rápida para preservar su patrimonio culinario como la cara visible de su identidad más arraigada.