
La medicina preventiva y de precisión está aquí y ni siquiera hemos reparado en ella. Se llama biohacking y agrupa a tantísimos instrumentos y acciones de la vida enfocados en la nutrición que se han vuelto cotidianos. Relojes que miden la calidad del sueño o básculas para observar la composición corporal son algunos de los ejemplos más comunes que han entrado en la realidad habitual y que responden al fenómeno.
Aunque pueda sonar futurista el término no supone otra cosa que la evolución lógica de la medicina preventiva. Su premisa es clara: medir, analizar y ajustar los hábitos nutricionales y de actividad física hasta lograr un mejor rendimiento del organismo.
¿De qué va el biohacking?
Aunque, en Estados Unidos se habla de biohacking desde hace más de una década, el concepto ha cobrado auge recientemente. Nació con la idea de tratar el cuerpo como un sistema operativo al que se le pueden aplicar “ajustes finos” para mejorar su funcionamiento o prevenir enfermedades crónicas y optimizar la longevidad sin recurrir a la polimedicación.
Para ello la tendencia se basa en buscar el estilo de vida y la nutrición óptimos así como el uso de tecnología científica, biotecnología y auto-cuantificación. Respecto a los dos primeros, se enfoca en comprender cómo influyen los nutrientes, los horarios de comida, el descanso y el ejercicio en la expresión de nuestros genes y en la prevención de enfermedades.
La dieta (o las dietas) del biohacking
El empresario David Asprey, considerado uno de los padres del biohacking moderno, es probablemente el mejor ejemplo para explicarla, aunque en sí no se trata de una dieta, si no de muchas, adaptándola a las necesidades de cada organismo,a partir de la autoexperimentación.
A sus 26 años pesaba 140 kilos, sufría hipertensión y sus arterias mostraban la edad de su abuelo. Decidió entonces cambiar estilo de vida, lo que incluía sustituir el desayuno tradicional por el famoso “Bulletproof Coffee”: café orgánico mezclado con mantequilla clarificada (ghee) y aceite MCT derivado del coco. De esta forma, controlaba mejor el apetito, podía estabilizar los niveles de energía y favorecer la quema de grasas. Otra de las prácticas recurrentes es el ayuno intermitente.
Según David Sinclair, investigador de Harvard especializado en envejecimiento, saltarse de forma estratégica el desayuno o la cena activa un proceso metabólico por el cual el organismo, en lugar de quemar glucosa, utiliza la grasa como combustible.
Tal “reseteo metabólico” provoca, además, un fenómeno conocido como autofagia, en el que las células eliminan componentes dañados o inflamatorios. Como consecuencia, se sufre un menor riesgo cardiovascular, mejor control de peso y mayor efecto rejuvenecedor.
No obstante, de manera general existen algunas pautas alimentarias para optimizar la salud a largo plazo. Entre las recomendaciones más extendidas están:
- Priorizar alimentos naturales frente a ultraprocesados.
- Incorporar grasas saludables como el aguacate o el aceite de oliva en lugar de azúcares añadidos.
- Mantener un horario regular de comidas
- Incluir suplementos nutricionales como vitamina D, omega 3, (Coenzima Q10) y magnesio
¿Por qué está de “moda”?
Con la adaptación alimentaria adecuada, acompañada de ejercicio físico y calidad de sueño, los biohackers han logrado reducir la velocidad del envejecimiento. No obstante, tampoco existe suficiente evidencia científica que asegure tal efecto.