
En Turquía, el café no se bebe: se contempla, se comparte y se adivina. Más que una bebida, el café turco es un ritual que entrelaza la ceremonia y la paciencia . Es, quizás, la forma más antigua de preparar café que sigue viva en la actualidad, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2013. Pero más allá del título, su grandeza reside en su sencillez: una taza aromática y profunda detiene el tiempo y mira al pasado.
Hay un proverbio popular que reza: “una taza de café se recuerda durante cuarenta años”.
Así, beber café con el método turco es un ejercicio de memoria.
Te puede interesar: 8 tipos de café que todo viajero debería conocer
Una historia que se remonta a los bazares otomanos
El café llegó a Estambul en el siglo XVI, traído desde Yemen a través del puerto de Alepo. Muy pronto, las kahvehane, o casas de café, se convirtieron en el corazón de la vida social otomana. Allí se reunían comerciantes a negociar, intelectuales para debatir y escribir la historia, mientras el aroma del café recién molido impregnaba las callejuelas de piedra.
Estas cafeterías fueron, de hecho, los primeros espacios públicos donde se hablaba de política y arte sin jerarquías. El café turco se convirtió así en símbolo de diálogo y cultura.
El ritual de preparación: fuego lento y alma tranquila
Preparar un café turco es un acto de precisión y respeto.
No se hierve el café, sino que se deja cocer lentamente.
Se utiliza un cezve, un pequeño recipiente de cobre con mango largo, donde se mezclan agua fría, azúcar (si se desea) y café molido tan fino como el polvo.

La mezcla se calienta a fuego bajo hasta que forma una espuma densa, conocida como köpük, que es el orgullo del buen barista turco.
El café no se filtra: el poso se deposita en el fondo de la taza, creando una textura única y un sabor intenso.
Al servirlo, la espuma debe mantenerse intacta; se considera señal de hospitalidad y buen hacer.
Un símbolo de hospitalidad y adivinación: el encanto turco con sabor amargo
En la cultura turca, ofrecer un café no es un gesto casual: es una muestra de respeto, afecto o cortesía. El café es algo así como un apretón de manos, el frente abierto a una negociación de paz.
Existe incluso una tradición amorosa ligada al café: antiguamente, cuando una familia pedía la mano de una joven, ella preparaba el café para su futuro esposo y su familia. Si añadía sal en lugar de azúcar, daba a entender su falta de interés. Igual ocurre que si el hombre lo bebe a pesar del sabor salado y no lo escupe, demuestra su ahínco en la relación.
Tras beberlo, llega el momento más enigmático: la lectura de la taza (fal). Una vez el café se enfría, la persona que lo ha tomado da la vuelta a la taza sobre el platillo, y una experta interpreta los dibujos del poso.
El café turco es más que una receta, espejo del carácter turco más paciente, intenso y noble. En cada taza se conserva una historia de caravanas, bazares y tertulias, un hilo invisible que une pasado y presente.
Lee también:
¿Iced pink matcha latte? El mundo de la fruta se fusiona con el té de moda