
Desde hace exactamente un año, queda claro que el pueblo salva al pueblo. Tender una mano, sacar una pala, ofrecer un trago de agua o un plato de comida caliente fueron algunas de las respuestas instantáneas que se dieron cuando el pasado año una inesperada tromba de agua arrasó con la provincia de Valencia y parte de Castilla-La Mancha. La ayuda humanitaria brotó rápido para dar de comer a un pueblo devastado.
Aun cuando no sabíamos de la magnitud del desastre, las cocinas comenzaban a movilizarse. No iban a quedarse quietas. Y no lo hicieron.
La comida que quedó al servicio de la esperanza
Cuando, a la mañana siguiente, Valencia amaneció entre fango y luto, los valientes se enfundaron las botas y llenaron sus mochilas de botellas de agua, mientras quienes sacaron fuerzas prendieron sus candelas y a cocinar, esperando la llegada de furgonetas con más ingredientes desde toda España.
Todo con el objetivo de que quienes habían perdido todo no oyeran el rugir de sus tripas.
El desazón arranca el hambre y el apetito desaparece entre preocupaciones y ausencias. Y, aunque de eso no faltó en aquel final de octubre de 2024, las grandes caras de la gastronomía cumplieron la función transversal al frente de la cocina: dar de comer y llamar la atención.
José Andrés y Pepa Muñoz al frente de World Central Kitchen, Ricard Camarena, Vicky Sevilla y muchos otros acudieron al llamado de situar a la comida como una tirita inmediata y necesaria, mientras la comida también asumió su papel: no subsanar el dolor, pero ayudar a sobrellevar todo lo que queda por delante.
La ausencia no se oye mientras dura el plato
El agradecimiento discurre entre el anonimato, por quienes salían de casa cargados de bienes y alimentos y volvían sin haber comido el bocadillo por regalarlo a quien le hiciera más falta, exhaustos, llenos de barro, pero con la seguridad de que en sus casas sí había de comer, mientras en otras esa posibilidad había desaparecido. También llega a quienes apoyaron desde lejos, aunque fuera con un grano de arroz.
El hambre agrava las ausencias y en la comida se apoyan muchas de ellas. En Valencia, la ausencia sigue notándose un año después, pero gracias a ese bocadillo, a ese plato caliente y a la ayuda desinteresada, la comida sigue obligando a recordar que, tristemente, el pueblo salva al pueblo.








