
Entre mitos, montañas y los aromas del Este de Europa, aparece Bulgaria, de la que se dice que es un paraíso con leyenda, y de su gastronomía, que nada es lo que parece. El mito cuenta que cuando Dios repartió a cada territorio su naturaleza, al llegar al turno de Bulgaria ya no quedaba nada, así que decidió regalarle un trozo del Paraíso. Desde entonces, este rincón del este europeo guarda una riqueza natural y cultural que se refleja en su mesa.
La cocina búlgara, entre raíces y mestizaje
La gastronomía búlgara es un crisol de influencias donde Oriente y Occidente se dan la mano. Su cocina combina lo mejor del Mediterráneo, los Balcanes y Oriente Medio, heredera de siglos de historia, invasiones, rutas comerciales y mezclas culturales. Griegos, turcos, tracios y eslavos dejaron su huella en platos que, aún hoy, conservan la esencia del producto local y la hospitalidad de su gente.
En cada receta se percibe un respeto profundo por la tierra fértil y los ingredientes de proximidad.
El yogur búlgaro, por ejemplo, es considerado patrimonio nacional con un distintivo sabor ligeramente ácido que se ha convertido en emblema del país. Lo mismo ocurre con el queso sirene, blanco y salado, que acompaña ensaladas, hojaldres y sopas, o con los pimientos asados y berenjenas.
Banitsa, el hojaldre que narra historias de Bulgaria
En Bulgaria, la cocina es una narradora silenciosa. Cada plato tiene algo que contar: del banitsa, ese hojaldre relleno de queso y huevo que se sirve en desayunos y celebraciones. Este plato presume un espíritu hospitalario y festivo, también porque se considera un símbolo de identidad nacional, ya que recoge lo mejor de la tierra búlgara.
En las casas búlgaras, preparar banitsa es un acto ritual. La receta base —queso sirene, yogur y huevo entre capas de masa filo— admite infinitas variaciones: espinacas y hierbas silvestres en primavera, calabaza y azúcar en otoño (tikvenik), o carne picada en versiones más contundentes. Cada región, e incluso cada familia, defiende su propio secreto para lograr la banitsa perfecta. El único rasgo común que debe de respetarse es que sea crujiente por fuera y tierna por dentro.
Durante la Nochevieja búlgara, la banitsa cobra un significado especial. Se hornea con amuletos y deseos escritos en papel escondidos entre sus capas, una costumbre llamada kusmeti.
Su sabor es tan versátil como su historia. Puede acompañarse de un vaso de ayran, una taza de café turco o incluso un vino blanco local. Con ingredientes humildes, la banitsa es el resultado perfecto de una mezcla de tradición y orgullo nacional que resume el alma de Bulgaria.