
Las alergias alimentarias han pasado de ser casos aislados para convertirse en un fenómeno cada vez más común. En la Unión Europea, por ejemplo, ya suman 4,5 millones las personas que las sufren, según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y de ellas dos millones, sobre todo menores de 14 años, se encuentran en España, donde se han triplicado los diagnósticos en solo 20 años.
Pareciera que se trata de una “moda”. Se hace habitual en la cotidianidad de mercados o incluso conversaciones entre amigos las palabras celíaco, sin gluten, o sin lactosa al etiquetar los productos. Pero, nada más cierto y preocupante que las cifras en aumento. De hecho, la Organización Mundial de la Alergia prevé que en 2050 la mitad de la población mundial padecerá algún tipo de alergia, entre ellas, las alimentarias.
Alergias alimentarias: qué son y cómo se desarrollan
Las alergias alimentarias son reacciones inmunológicas anómalas provocadas por proteínas presentes en ciertos alimentos. A diferencia de las intolerancias, que afectan al sistema digestivo por déficit de enzimas, las alergias implican una activación del sistema inmune que deriva a veces en complicaciones a la salud.
Estas reacciones suelen tener dos fases. En la primera el cuerpo produce anticuerpos, mientras, en la segunda ocurre como tal la reacción alérgica. Las sustancias liberadas (como la histamina) suelen provocar enrojecimiento, inflamación, picazón y en los casos más graves incluso shock anafiláctico. De ahí que la manera más fácil de identificarlas es por la sensación de picor, erupciones cutáneas, vómitos, diarreas o dificultades respiratorias al probarlos.
Las alergias más frecuentes, sobre todo en la infancia, son al huevo y a la leche de vaca. Ello se debe a su consumo regular en las dietas infantiles. La buena noticia es que con el tiempo, pueden desaparecer.
En cambio, las alergias a frutos secos, marisco, pescado, que encabezan los listados de alérgenos, y ciertas frutas suelen aparecer más tarde y persistir en la edad adulta.

Causas del aumento de las alergias alimentarias
El actual repunte de casos se asocia a disímiles factores. Lo primero tiene que ver con ese debate frecuente en los últimos tiempos de la eliminación del consumo de ultraprocesados con aditivos, conservantes y colorantes, pues evidentemente no se trata de un llamado vacío, sino de un fenómeno que ya está dando sus primeros efectos negativos al alterar la microbiota intestinal, clave en el desarrollo inmunológico. Así, el primer paso para evitarlas es apostar por una dieta sana.
La segunda teoría detrás de este contexto es la higiene. Contrariamente a lo que muchos pueden creer, una excesiva limpieza desde la infancia puede impedir al sistema inmune enfrentarse a ciertos agentes. Ello deviene un caldo de cultivo para un comportamiento más reactivo a alérgenos inofensivos.
En tercer término, se ubica la contaminación, un fenómeno al que, al menos desde la individualidad, es poco posible escapar. Su exposición impacta en el sistema inmune. Luego, influyen otros como el déficit de vitamina D, la cual regula la función inmunitaria, factores genéticos y las interacciones materno-neonatales. No obstante, la ciencia sigue buscando respuestas y sobre todo soluciones para frenar la tendencia. Mientras tanto, queda aumentar la conciencia popular.